jueves, 5 de marzo de 2015

La punta del iceberg (S.A.A.)

SEMINARI D'ANÀLISI DE L'ACTUALITAT

El partido entre el Tesorillo y el Jédula, dos equipos de Segunda división Andaluza, se disputaba el pasado veintidós de febrero en la localidad gaditana de San Martín del Tesorillo. Había dos personas manejando el silbato: un árbitro y una árbitra asistente.

En el minuto cinco del partido, suena el silbato. El árbitro indica penalti a favor del partido visitante. Indiganción de la hinchada.

Sin embargo, la ira de parte de la grada se centra en Laura J. G. C., de 21 años, árbitra asistente del encuentro, a la que le dedican graves insultos como “guarra”, “zorra”, “puta”, o frases como: “Ojalá Franco levantara la cabeza y os mandara a vuestro sitio, que es la cocina”; “Vete a fregar, que este no es tu sitio”; “deja el banderín, los únicos palos que puedes agarrar son de fregonas y de pollas”.[1]


El País reproducía textualmente las duras palabras que le escupieron los seguidores del Tesorillo a Laura Jiménez. Ella tiene dos cosas que decir, con las que estoy completamente de acuerdo y las que considero que describen perfectamente la actitud que debería tomarse ante el suceso.

“Es vergonzoso, me ha parecido de la risa”, decía, a propósito de la sanción de cincuenta euros de multa que la Federación Gaditana de Fútbol, competente para juzgar el caso, ha impuesto al club de San Martín del Tesorillo.

En la sociedad en la que vivimos, la lucha por la igualdad de género pasa hoy en día no tanto por reclamar un derecho al voto, sino por exigir equidad en el trato diario. El micro-machismo está presente en muchísimos aspectos de nuestra vida diaria y a menudo pasa desapercibido. Es por ello que sucesos como el de Tesorillo se convierten en un grito de alarma. La sanción de unos míseros cincuenta euros como resultado de tan graves ofensas es sólo la punta del iceberg del problema.

Y la actitud que debe tomarse ante esta situación es, precisamente, la que inmediatamente después de los gritos adoptó Laura. “Esto me motiva más. ¿Qué no quieres que esté? Pues aquí estoy.” La lucha contra el micro-machismo y las desigualdades entre mujeres y varones pasa, en primer lugar, por una concienciación; y en segundo lugar, por una actitud de tolerancia cero.

En el trabajo, en la universidad, en los grupos de amigos, en las relaciones. En locales de ocio. Si la actitud del grueso de la población da un giro, también virarán los estándares culturales y será inconcebible, primero, que ocurra lo que pasó en Tesorillo; y segundo, inadmisible que la sanción sean un simple billete. De cincuenta.

Atacar la dignidad de una persona no puede costar lo mismo que colarse en el transporte público sin billete.





[1] “Ojalá Franco levantara la cabeza y os mandara a vuestro sitio, la cocina”, Antonio Nieto, 4 marzo 2015.



Nuria Ribas Costa